En El jardín ausente Mónica Maragall no trata de interpretar las palabras y las cosas sino de interpretarse a partir de ellas. Pero no de interpretarse en el sentido psicoanalítico, sino en el sentido musical, en diálogo antropomórfico con la flor, la tarde, el mar: «es mi llanto como las olas son el tuyo». Así es como Mónica alcanza esta rara precisión poética que permite no ya expresarse sino, por así decir, producirse a sí misma; no ya describir sus fantasías, sino soltarlas y dejar que perviertan las cosas mismas hasta que el miedo y la inocencia en ellas se confunden.